ATEÍSMO Y LA RÉPLICA A LA INTOLERANCIA

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“Elige bien a tus enemigos porque tarde o temprano, acabarás pareciéndote a ellos”.

 Jorge Luis Borges

    No creo en Dios. Muchas discusiones suelen iniciarse cuando alguien dice aquello y el devenir de la misma dependerá de cómo los contertulios enfrenten las posiciones (en caso de ser diversas) entre creyentes, ateos, agnósticos o escépticos. El punto en este caso es comprender que la tolerancia es un elemento sustancial para toda relación humana madura, y de la que se espera tener algo más que salivaciones excesivas y aspavientos que vuelvan cualquier intento de diálogo, un par de monólogos paralelos e infructuosos de personas que se niegan a escuchar al otro.

Cuando era adolescente, por ahí por los 15 me gustaba la música metal (aun me gusta pero ya no soy un metalero “practicante”) y como muchos a esa edad, vilipendiamos y consideramos estúpido, falto de carácter y en síntesis “una mierda de música” todo lo que no cuadrara con los estándares de mi estilo. Cuando crecí, me di cuenta de lo estúpido que debí verme profiriendo epítetos y burlándome de los regetoneros, de los emos, de los poperos y de cuanto “ero” se me atravesara, y curiosamente después de salir del dogma musical me di cuenta de que había música excelente en toda clase de estilos, desde Buena Vista Social Club hasta Megadeth.

Con los ateos “militantes” pasa algo parecido, pues si bien su intención muchas veces es comprensible, sobre todo cuando surge de la idea de que hay que racionalizar lo más posible a la humanidad para evitar la barbarie que surgió con las religiones como la homofobia o los abusos de poder y sacarlos del “error” (curiosamente era lo mismo que pensaban los religiosos al imponer su religión a los infieles bárbaros). Y se vuelve una instancia peligrosa cuando surge  la intención “evangelizadora” de muchos ateos.

“No idolatres a falsos dioses”

Esta frase perfectamente puede ser proferida por un musulmán o un protestante y también por un ateo, que ve en lo que despóticamente se ha llamado “adorar a un amigo imaginario” un insulto a la inteligencia humana que debe ser rápidamente erradicado, ya sea ridiculizando al contendor, o tratando de por todos los medios adscribirlo al ateísmo (tan insistentemente muchas veces como la desagradable actitud del Testigo de jehová que furiosamente cada fin de semana insiste en tu puerta aunque le hayas dicho millones de veces que no te interesa escucharlo).

En lo personal, creo que la religión es un tema más complejo que solo creer en un ser superior, hay gente que de verdad teme a un mundo desprovisto de sentido y si la idea de que exista un Dios le da consuelo, le brinda sentido y esperanza a un mundo que hoy por hoy es oscuro y violento a pesar de la ciencia y las buenas intenciones, me parece legítimo. Y por ello, así como he aprendido a ser tolerante con quienes escuchan un tipo de música distinto al mío y aprender de lo que los demás escuchan así también respeto a quienes profesan una creencia espiritual determinada (yo mismo tengo las propias) y estoy abierto a discutir si se da la instancia con aquellos que se oponen al matrimonio homosexual, al aborto o la eutanasia (todas cuestiones que considero necesarias) pero sin caer en el tedio de evangelizarlos, de someterlos a mi concepción del mundo para no caer en lo mismo que se ha considerado ofensivo de parte de las religiones – las persecuciones de los disidentes, las ridiculizaciones de científicos como Galileo, o la infravolación del individuo por su creencia “ah, ese debe ser un imbécil, si cree en amigos imaginarios – todas las corrientes absolutistas me parecen nefastas.

Creo firmemente en la dignidad humana y en que poco a poco podremos creer en nuestra voluntad y en que la bondad del hombre no dependa de un don divino, ni que obedezca al temor al castigo o la esperanza de retribución distinta que el bien común, pero para ello hay que predicar con el ejemplo, si queremos que aquellos anquilosados en sus “arcaicas creencias” sean tolerantes, debemos partir primero por tolerar la divergencia cultural, de pensamiento, de espiritualidad y no volvernos, en la condición de ateo, evangelizadores que a sangre y fuego logremos finalmente algún propósito (como si de militantes de una secta se tratara).

Finalmente, no concibo con ello tolerar cuestiones como la homofobia, la pedofilia encubierta por la iglesia y toda las archisabidas injusticias que se solapan al alero de las religiones, simplemente entender que si una señora le dice “que dios lo bendiga” lo tome como lo que es, un deseo bien intencionado y no un llamado a desplegar toda su retórica y habilidad argumental para dejarle en claro a la señora que es una imbécil y convertirse usted inmediatamente en uno.

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